Palabras que nunca se dicen.
Palabras que se contradicen.
Palabras que sueñan.
Palabras que desean.
Palabras que odian.
Palabras que aman.

Simplemente, palabras.


"Aroma del café recién molido; sonido del mar en las mañanas; páginas de un libro entre mis dedos; olor a tierra mojada; una tarde lluviosa; sonrisa de un niño; miradas profundas; tablas de un escenario; silencios que anidan en el tiempo".

Naranjo

Mmm… ese perfume tan delicioso… Está grabado en mi memoria… ¡Sí, viene de la granja de mis abuelos! La primera quincena de nuestras vacaciones comenzaba con un viaje por el campo. ¡No se imaginan cuánto amaba ese lugar! El color de la hierba impregnaba el paisaje, y en medio de ese espectáculo las traviesas flores de Abuelita jugaban con el viento. Los animales holgazaneaban a voluntad. Pero sobretodo, las verduras y las frutas, componían el cuadro más destacado de ese entorno veraniego.
Mi mejor amigo era el Naranjo, ahora lo puedo afirmar. No logro precisar con
exactitud todo el tiempo que compartía con él. Fue una especie de refugio dónde me sentía totalmente independiente. Al llegar besaba a mis abuelos y corría a abrazarlo. Era gigante. De pies firmes y de cuerpo viejo, pero fuerte. De brazos largos y tupidos de verde. Pero sin lugar a dudas, su fruto era lo más atractivo. Fragancia dulce y fresca emanaba de esa esfera porosa, tan perfecta. De rostro duro por fuera y fofo por dentro. Carnosa. Jugosa. Dónde su ombligo cerraba con delicadeza la imagen completa de mi recuerdo.

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